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10 jul 2013

L'amour c'est gai - CAP. 1

Llegó en forma de postal, sin encartar, y con las esquinas del cartón inevitablemente dobladas. Llegó en la mañana, cuando el correo, y esperó pacientemente en el buzón hasta que fue recuperada en la noche.
Fotografía de Assassin de la police @Flickr

En la postal había una imagen de varios preservativos de diferentes colores y tamaños colgando de una cuerda. El juego visual era divertido, a modo de ropa limpia. El remitente de la carta: mi suegra.

Subí en el ascensor esbozando una sonrisa de la cual no fui consciente hasta que vi mi reflejo en el cristal de la puerta. Sonreí más al verme en aquella extraña situación. No pude evitar pensar en la imagen de mi septuagenaria suegra comprando esta postal y menos aún en la sonrisa del vendedor o vendedora cuando la compró.

30 jun 2013

El Santito (CAP. 2)

Dani, ese era su nombre. Él me bautizó como "El Santito" y así me llamó durante los años restantes hasta que, al adentrarnos a la adolescencia, ambos marchamos a institutos de bachiller diferentes.

Foto de a_marga @Flickr
Sinceramente, queridos lectores, confieso que no tenía ni vergüenza, ni rabia, al hecho de que me hubiera puesto un apodo. Habían apodos mucho peores en la clase: "El Negro" para un chico de tez oscura, "El Cabra" para un chico con un pelo rizado y áspero o "Dumbo" para el que era mi mejor amigo y un poco orejotas.

En el colegio es fácil tener apodos, tener amigos, y sobre todo enemigos. Pero aunque el carácter de él daba miedo a muchos de mis compañeros Dani no era una persona sin amigos, ni tampoco estaba exento de su apodo: "El Pelirrojo"

29 jun 2013

El Santito (CAP 1)

Él era pelirrojo, pecoso, y extremadamente nervioso. No era de la ciudad, sino de un pequeño pueblo a unos 20 kilómetros de donde estudiábamos.

He de decir en primera instancia que era, o es, una muy buena persona. Sí, era muy bueno al menos aquel tiempo en el que le conocí. En cambio había algo en él que hacía que los demás lo juzgaran como alguien malo.
Foto de a_marga @Flickr

Nosotros éramos alumnos de séptimo año de la  EGB. La palabra con la que le bautizaban los adultos era: "Travieso". Nosotros como niños entendíamos que era una persona mala.
Ese matiz de intención que nos hace ser malos o traviesos no se aprecia hasta cuando uno es adulto.

Recuerdo que me miraba siempre con sus ojos vivos, grandes y marrones. Me miraba esperando a que yo dijese alguna cosa. Creo que en el fondo yo le caía bien. En cambio mi actitud con él fue siempre más bien distante, porque me decían que era malo, y yo me tenía que portar bien. No me debía dejar influenciar.

Yo era rubiete, de piel clara y un carácter educado, reservado... Aunque sí que era de la ciudad mis padres me dejaban poco tiempo libre en ella. Recuerdo con claridad cuando me sacaban del colegio con el coche, y me llevaban a la casa de campo a pasar todo el fin de semana.

Mis padres se esforzaron en que pareciese una buena persona, que tratase de usted a los adultos y diese ejemplo de buenas maneras. Fue un gran trauma para mi, cuando mi madre ese mismo año me había obligado a cortarme el pelo tan corto que desapareció el rubio de mi cabeza.

Buen chiquillo, decían de mi. Para mi era una recompensa a la actitud que todos esperaban. Para algunos de mis compañeros yo era alguien aburrido, mimado por mi buen comportamiento.
Eso es algo que no entiendes hasta que eres adulto y asumes que ser bueno para unos, no lo implica para otros.

Recuerdo que miraba al demonio pelirrojo y tenía miedo a que me dijera algo malo. Pero a pesar de eso nunca fue grosero conmigo, ni me gastó ninguna broma pesada. En el fondo creo que le admiraba. En cambio su actitud a veces era injusta, pues me veía como alguien bueno y, comparado con él. Yo era "El Santito".

10 abr 2013

Café, café

Recuerdo, cuando tenía veinti-recientes años, que estando en Estados Unidos me sorprendió el hecho de que la gente tomaba el café en grandes vasos de cartón. Lo hacían andando por la calle con semblante serio, y un paso ligeramente acelerado. Salían de una especie de "fast-coffee shops" que vendían el café como si fuera agua.

Una tarde fuimos a cenar a un restaurante asiático y me pedí unos fideos de arroz con brócoli. Picaban como si no hubiera un mañana, pero al final, con los labios hinchados como Carmen de Mairena, decidí sentenciar que a pesar de mi hambre infinita no eran de mi agrado.

14 feb 2013

Te amo hasta tal punto... que no sé cuanto seré capaz de odiarte

"Hacía frío a esas horas de la mañana. La noche había sido un desastre y ambos regresábamos apestando a tabaco, con dolor en los pies, y dolor en el corazón. Durante varias horas habíamos evitado el tema, pero esa rabia que contenía desde las seis de la tarde salió de mi como un chorro de ira en su cara."

Me había vestido con desgana, de hecho me maquillé un par de veces porque la primera vez no me vi guapa, la segunda me vi "pepona", y la tercera sirvió para intentar reparar el desastre y hacerle esperar en la puerta. Premeditadamente le odié desde las 6 de la tarde.

Cuando estábamos en el ascensor me tiré un pedo, sí, lo hice pensando en desagradarle, pero aquello le hizo una gracia infinita y se rió de mi. Antes de que hubiéramos bajado un sólo piso más él se tiró otro pedo y dijo: "estamos en paz".

4 feb 2013

La habitación de ciertopelo (II)

El espejo en el suelo parecía sollozar una respiración anómala, pero no dio crédito a sus oídos. Se acercó hacia él, aún reclinado en el suelo, y se dispuso a arrancar el papel de forma ansiosa. El espejo envuelto en papel kraft era el elemento más preciado de su extraña construcción, por un segundo caviló, y finalmente decidió abrirlo con el respeto y ceremonia que requería.

Mientras deshojaba el espejo sentía un extraño frío en su espalda que le llevo varias veces la mano a su nuca. En realidad sentía como si hubiera alguien detrás suyo esperando a desenvolver aquel artefacto.

Este pensamiento le pasó sólo media décima de segundo por su mente, el horror le bloqueó por unos segundos y tembló. Tomó aire, lo retuvo, exhalo con valentía y borró el pensamiento.

8 ene 2013

La habitación de ciertopelo (I)

Ilustración de Sussane Van Shaick
El decapante había logrado sacar todo el adhesivo que quedaba en la pared de aquella habitación. El olor a químicos le revolvía el estómago, pero aunque podría haber vomitado hasta el último de sus jugos, la ausencia de alimento en varias horas le había salvaguardado de tan incómodo momento.

La ventana estaba cerrada, no había apenas ventilación que pudiera darle algo de aire fresco. Pensó que sellar la ventana con cola y cubrir los cristales con pintura negra, había sido demasiado precipitado.

14 nov 2012

Un pastel que se decubrió solo

Aquella tarde estuve demasiado tiempo tratando de no pensar en cual sería tu respuesta para la pregunta que te hice en la mañana: "No me respondas ahora, hazlo más tarde, cuando te lo hayas pensado".

Estaba lavando los platos y cacerolas que había usado para cocinar. La cena estaba casi lista y, aunque el frío del agua me estaba dando ganas de mear, el olor del "casi listo" me impidió abandonar aquella obligación auto-impuesta.

26 jul 2012

La Paciencia de Penélope

No me vas a hacer más feliz de lo que fui, ni más torpe, ni más nocturno de lo que soy. No voy a cambiar de costumbres por ti, y sé que algunas ya deberías haberlas cambiado.

El Idiota.


Penélope bajó las escaleras del edificio acariciando con las yemas de sus dedos las paredes algo raídas. Bajó casi sin querer mirar por dónde estaba caminando, porque entonces se daría cuenta de que estaba huyendo. La huida no era algo racional, y a ella este acto irracional se le escapaba.

La luz, realmente tenue, de los rellanos, le cegaba como si se tratase del flash de un impertinente paparazzi. El dolor en el fondo de sus ojos le estaba atontando, algo malo le estaba pasando.
Cuando llegó al final de la escalera se detuvo y cerró los ojos.